Pensando en las comunicaciones que buscamos pero que aún no conocemos 

Comida lenta. La vida lenta. Los cambios de paradigma son tan reales como permanentes en nuestra cultura del nuevo siglo. Los viejos paradigmas asociados a la cultura del consumo de masas representados por los ideales de “mejor, más grande y más rápido” están en declive, y las nuevas generaciones de clientes jóvenes han desarrollado una nueva conciencia sobre el mundo que les rodea.

Preocupación por el medio ambiente y nuevas inquietudes existenciales: estos son los valores adoptados por los ciudadanos más jóvenes en distintas partes del mundo. Tanto los millennials, que ya se acercan a los cuarenta años, como la generación centenaria. Adoptan la tecnología y las nuevas formas de comunicación, pero ¡claro! También exigen a las empresas una conciencia global y un compromiso con la sociedad en la que se insertan.

Todo esto -que en general ya conocemos muy bien y tenemos claro- me ha llevado a pensar que hay muchas cosas en nuestra sociedad sobre las que estamos acostumbrados a reflexionar (y que acabamos modificando a partir de esa reflexión), pero no nos damos cuenta de que hay otras cuestiones importantes de las que no hablamos y que no consideramos que tengan que ser revisadas. Por ejemplo: la comunicación.

Nos preocupamos mucho por comer bien, por hacer ejercicio, por cuidar el planeta, pero no estamos muy centrados en tener una comunicación sana. Ya en la década de los 80 se empezó a hablar de la contaminación informativa. Cuarenta años después, son más de 500 los estímulos audiovisuales que recibimos diariamente desde nuestras diferentes pantallas que nos ofrecen múltiples experiencias de uso.

Menos es más

En 1929, el último director de la escuela Bauhaus, Ludwig Mies Van Der Rohe, pronunciaría la famosa frase que proclama el minimalismo como forma de vida: menos es más. Un concepto que fue adoptado por la humanidad con fervor, poniendo la naturaleza y lo orgánico como centro en un sistema despojado y fluido.

La propuesta es hoy llevar esta idea desde la arquitectura, al mundo de la comunicación social, y en concreto de las relaciones públicas: proponemos el concepto de comunicación slow. ¿Qué significa? Ser responsables de los contenidos que vamos a producir:

  • Tomarnos 10 minutos más: nos servirá para analizar si lo que estamos ofreciendo a la audiencia es relevante o no. Escribamos sólo lo que nos gustaría leer.
  • Seamos específicos y utilicemos la menor cantidad de palabras. Ser exactos forma parte de ser conscientes de la contaminación normal.
  • Logremos un buen equilibrio entre la imagen y el texto. Recordemos que mientras la imagen atrae a la gente, el sentido acaba definiéndose a partir del texto. Un buen equilibrio nos permite facilitar la lectura.

Y, sobre todo, aprendamos a ponernos en el lugar del lector. Toda nuestra cultura nos enseña y propone mirarnos a nosotros mismos. ¿Cuántos platos de comida has fotografiado este mes? ¿Cuántos selfies de ti mismo?

Seamos más responsables y rendimos cuentas con nuestra comunicación. Ser mejores en nuestras relaciones públicas significa dejar de mirarnos tanto y empezar a ver a los demás. Significa desarrollar una conciencia sobre las necesidades reales del otro, bajando el ruido que produce la sociedad moderna hiper-eficiente.

¿Y qué tal si probamos esto hoy?